Karim, un cortador que no puede probar el jamón

Karim es el mayor de cuatro hermanos y el único que, desde niño, siempre se imaginó partiendo y empezando una vida distinta en España. Se fue sin decir nada pocos días antes de cumplir los 14 años. 

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Cansado de que sus padres no le dieran permiso, una mañana desapareció con el dinero que había ahorrado y algo que le prestó su padre para subirse primero a un autobús y después a una patera. "Éramos unas 60 personas, diez de nosotros menores, los únicos que pudimos quedarnos. Habían avistado la patera y nos esperaban a la orilla para devolver a los adultos a Marruecos".

"El movimiento rápido y constante, el cuchillo muy afilado, el corte fino". Abdel Karim Haddou (Marrakech, 1990), a quienes todos llaman Karim, duda. Nunca se había parado a pensar cuáles son los secretos de un buen cortador de jamón. "Simplemente, se me da bien". Tampoco en el más remoto de sus sueños imaginó que un día su profesión estaría relacionada con esa pata exquisita del cerdo que despierta pasiones a su alrededor. No imaginó que cortaría esas finas lonchas que él jamás se ha llevado a la boca, porque es musulmán. "Mi religión me prohíbe comerlo, no cortarlo. En mi país está muy mal considerado, pero aquí he visto a muchos musulmanes atracarse. El aroma del jamón ibérico me parece agradable, pero el sabor no me despierta curiosidad". La mayoría de sus amigos son españoles y cuando compran un jamón lo buscan. "He acabado convirtiéndome en su cortador oficial".

El día que se estrenó en su puesto, firme ante una pieza del mejor jamón, temió haberse olvidado de ese dominio técnico del corte que en el 2009 le valió el primer premio en un concurso de cortadores en Madrid, donde ha vivido hasta hace muy poco. "Me asusté porque pensaba que ya no sabía hacerlo, hasta que me di cuenta de que el cuchillo no estaba correctamente afilado. El problema se resolvió enseguida".

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Karim aprendió en los talleres de la fundación Tomillo, donde él, como otros menores inmigrantes, se formaba en un oficio. "Podías elegir entre cocinero, camarero, electricista o albañil y yo elegí ser camarero, porque me atraía la idea de trabajar de cara al público". Durante los cursos surgió la posibilidad de que los alumnos se presentaran al concurso de cortadores en el que competían chavales de todos los centros de la fundación. Concurso que ganó y gastó en menos de lo que se tarda en cortar un jamón: "Me fui feliz con el cheque de 100 euros de El Corte Inglés que me gasté en piezas de ropa en un solo día", cuenta Karim.

El premio le dio acceso a hacer la formación en el Museo del Jamón de la madrileña plaza de España, pero su batalla por conseguir los papeles no había terminado, nueve años después de haber desembarcado en una playa almeriense. Por eso, y porque de vez en cuando recibía una orden de expulsión que lo complicaba todo. Pasaron los años y consiguió regularizar su situación. Lo primero que hizo fue volver a casa, por Ramadán, para visitar a su familia. "No reconocí a mis hermanos; había niños en la familia a los que aún no conocía y mayores que ya habían muerto. Mi madre no lloró cuando me vio, pero sí cuando nos despedimos para volver a marcharme".

cortadores-news-eicj-cortador-nunca-habia-probado-jamon-03Fuente: La Vanguardia

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